Miedo

¡Miedo!. ¿Qué es el miedo? Sensación de angustia provocada por la presencia de un peligro real o imaginario. Sentimiento de desconfianza que impulsa a creer que ocurrirá un hecho contrario a lo que se desea. Son definiciones muy sesentas, para unos puede ser una cosa y para otros, algo completamente distinto. ¿Mi peor miedo? estar sola.
            Comencemos con la primera: “un peligro real o imaginario”. Desde que tengo uso de razón lo imaginario no puede ser un peligro si sabemos controlarlo, puesto que siempre he sentido que algo o alguien me rodea. Tal vez sea solo mi imaginación o tal vez no (la mente es poderosa y lo fantástico se puede hacer realidad), sin embargo, no es importante pues he tenido una vida normal dentro de lo que cabe. La segunda definición “sentimiento de desconfianza” ¿desconfiar?, de por si me dicen que soy muy confiada, gracias a Dios no me ha pasado nada malo, pero al final siempre creo poseer temor en mi interior, un miedo inocente, no es malicia ni precaución.
            Muchos le temen a la muerte, la verdad yo no. Desde pequeña quería morir pues según relatos quién muere de niño se convierte en ángel y eso era lo que yo quería ser un ángel para cuidar y acompañar a mis familiares. Como ya dije mi peor temor es estar sola y yo quería que mis seres queridos no lo estuvieran. ¿Yo? La verdad hasta este momento en que me encuentro frente a mi computador nunca he estado sola, siempre hay una voz, un susurro, una persona… aún no descubro que es pero sé que ahí está. ¿Cómo lo sé? Me lo ha demostrado.
            “Creer que ocurrirá un hecho contrario a lo que se desea”. Cuando quiero algo solo visualizo lo contrario y sucede lo que quiero. Si tengo un sueño que recuerde a la perfección sucede días después. Cuando salgo de un lugar siento que algo me falta que he dejado parte de mi ¿Qué es?, no lo sé. Pero claro, para cualquiera pueden ser simples alucinaciones, hasta para mí lo son puesto que no creo en videntes, brujas, hechiceros… aunque estoy completamente segura que mi interior no  juega sucio, me ha demostrado que no es así. ¿Cómo? Simple: se me ha aparecido en diversas ocasiones. De niña solo miraba al cielo y siempre estaba sonriéndome, por supuesto a estas alturas no recuerdo con exactitud su forma. En otra oportunidad fue un viejito, muy dulce por cierto, que me decía como seria en un futuro y lo que debía hacer. Una vez fue una señora que en menos de cinco segundos me dijo cosas horribles sobre mi personalidad, al rato caí en cuenta que en esos días me había comportado de esa manera, pero la última vez que se me apareció fue en una iglesia, era un niño como de cuatro o cinco años que al momento del rito de la paz, salió de prisa desde la entrada de la iglesia con los brazos abiertos para llegar hasta donde me encontraba y abrazarme rápidamente, luego caminó hacia la columna que tapaba la custodia (lugar donde se aloja la figura del santísimo sacramento) y fue en ese instante cuando entendí que me pasaba sólo a mí, porque un primo que se encontraba a mi lado no vio nada.
            Algunas veces cuando camino sola por las calles de la ciudad siento que me siguen, miro para todos lados y no es nada, no hay nadie. Yo sé que no es nada malo lo que tengo y que no estoy loca porque si no ya estuviera en un manicomio. Algunas de las cosas que hoy les cuento se las he mencionado a mis familiares, ellos la toman relativamente normal como un ser extraordinario que me cuida. De lo que si estoy segura es que siempre me lo encuentro dentro del aire puro, algunas veces me dibuja figuras en el cielo con luces de colores, otras esta escondido entre arbustos  o encima de los árboles.
            Es algo bueno, de lo contrario ya me hubiera dicho que hiciera algo malo. Nunca he intentado quitarme la vida y espero no hacerlo. Pero de lo que no me equivoco es que estar sola es mi peor miedo. Mi papá es mi mejor compañía y el único cómplice que tengo, aunque aún recuerdo como si fuera ayer el día que me dijo que yo tendría un hermano por parte de él y lo peor era la madre de ese niño y su familia. Íbamos los dos, para aquel tiempo en un malibú vinotinto camino a la casa de la primeriza, mi padre hablo con temor a mi reacción, ya que siempre ha sido mío y solo mío, cuando lo mencionó mi reacción fue con lágrimas y por más que tratara de calmarme mis pensamientos desbordaban una infinidad de ideas para deshacerme del pequeño niño. Recuerdo que la mejor de toda fue lanzarlo por un río y justamente fue un pensamiento en voz alta que desencadenó una carcajada de mi padre y de paso ese bebé iba ser  un varón , ¡un varón! Que podía jugar fútbol como tanto había deseado mi padre tener entre sus descendientes, aparte estaría pequeño, tierno y perfecto para consentir a cada rato, mientras yo solo iba a crecer y ser desplazada. Como mencioné anteriormente cuando imagino algo siempre ocurre lo contrario pues ese pequeño creció lejos de nosotros, solo nos visita una o dos veces al mes y  también odia el deporte, por lo tanto yo me quede con lo que siempre he tenido: Mi padre.
            Imaginar a mi papá muerto es mi peor pesadilla y en diversas ocasiones se me ha venido a la mente, espero y nunca suceda porque yo creo que moriría con él. Este relato que voy a empezar a narrar aún no sé si es ficción o realidad. Un abogado con oficio respetable está bien visto ante los ojos de cualquier sociedad Abigail Márquez se dedicaba a ayudar a toda persona natural que necesitara asesoría jurídica pero que no tuviera los ingresos suficientes como para costear un bufete de abogados. Luego del almuerzo fue a tribunales para consignar un oficio, yo me encontraba en clases y un ligero dolor de estómago atrapó mi atención, era diferente a los que me han dado y claro no sabía el porqué de su procedencia.
            Al llegar a mi casa, mi padre no estaba y mi mejor amiga salió de la casa de al lado desesperada por decirme que su hermano había soñado que muchas personas le susurraban que me cuidara. ¿Cuidarme de qué? Ni ellos y menos yo sabíamos a que se refería tal sueño. Mi reacción fue desconcertada, algo abrumadora pero al final me dio cierta gracia. Al caer la noche mi papá aun no aparecía, le marqué a su celular y me enviaba a buzón, ya era muy tarde y mis tíos tampoco sabían de él.
            A las 10:00 pm salimos en su búsqueda, pues no acostumbraba a desaparecer y menos a no atender el celular siempre estaba pendiente por más ocupado que se encuentre  todo el tiempo atendía. La noche estaba llena de tinieblas, una luna llena entre nubes era lo único que se visualizaba en el oscuro cielo y como es costumbre yo imaginaba lo peor para que sucediera lo contrario. Las  opciones se nos agotaban y ya no sabíamos dónde seguir la búsqueda, mi piel era de gallina y temblaba por dentro ya que no sabría que hacer sin mi padre, él lo es todo para mí.
            Ya no podíamos seguir dando vueltas por la ciudad, teníamos hambre, sueño y cansancio así que regresamos a mi casa con la esperanza de que mi padre llegara. Esa noche me quede en su habitación junto con una de mis tías, solo recordaba cada momento junto a él. De pronto entre sueño y desesperación abrí los ojos y mire su closet y recordé  cuando de niña jugábamos escondidas y yo siempre optaba por ocultarme entre su ropa, era el lugar perfecto, oscuro, sin sospechas solo bastaba con cerrar las puertas para desaparecer del mundo y lo mejor era que olía a él, ese olor tan peculiar que todas las mañanas antes de trabajar impregnaba nuestro hogar. No pude evitarlo me levante y abrí las puertas del closet, para mi sorpresa cada una de sus camisas estaban rotas, eran opacas y desprendían un perfume espeluznante. De forma inquietante desperté a mi tía y le mostré lo que había visto, ella no me creyó pero igual reviso, y para mi sorpresa según ella todo estaba igual y en perfecto estado.
            Al día siguiente mi padre aun no llegaba yo no hallaba que hacer, ya estaba a punto de caer en una esquina, ponerme en posición fetal y lamentarme mil veces de todas las ocasiones en que lo desobedecí. Ninguna plegaría funcionaba porque él no aparecía, en ese sin cesar de pensamientos me acorde de que en una vaguada yo me encontraba dormida dentro de la hamaca de mi padre, caí en un profundo sueño mientras lo escuchaba teclear un documento y de un momento a otro estaba en sus brazos enrollada con una de sus cobijas, mi favorita, me metió en el carro y arranco a toda velocidad hasta llegar a la antena que se ubica en lo alto de San Rafael. Él amaba las hamacas dormir en ellas era como estar en las nubes, me levante de mi trauma y fui hasta el sótano de mi casa donde se encontraba una, decidí sentarme con alguna esperanza de que apareciera pero al llegar la hamaca no estaba sola, al abrirla había un cadáver pálido y sombrío con un elegante traje. Era él. Yo no lo podía creer pero era cierto, mi padre estaba muerto. Comencé a llorar y a gritar hasta que mis tíos escucharon y llamaron a una ambulancia puesto que no sabíamos cómo había muerto, no había sangre pudo haber sido un infarto. Y en ese instante todo se paralizó, el ambiente era opaco yo estaba con eso … que no tengo idea de que o quien sea, pero me falló por primera vez lo hizo cuando menos debió, cuando más la necesitaba y me lo mostró, me mostró como fue todo, no fue muerte natural, fue eso, esa cosa que me persigue y se adueña de mí, pero cómo matarla, cómo deshacerme de lo que creía un aliado pero siempre fue un tormento porque deshacerme de eso sería deshacerme de mi. Nunca fuimos dos, éramos lo mismo, la misma cosa, la misma persona. Por eso es que siempre creí que estaba sola y que le temía a la soledad, imaginaba que todos eran estatuas y cuando yo me les acercaba cobraban vida y ¡sí! Siempre había sido así, fui yo quien lo mato aunque aún no sé cómo. Mi desesperación no tenía limites quería morir si no es que ya lo estaba, no sabía nada, ya ni gritar podía ¿Quién me escucharía?
            De pronto una luz aparece y unos labios se posan en mi frente, con una dulce voz que decía ¡vamos párate! Es hora de ir a clase, ya has dormido suficiente. No sé si desperté pero al menos mi subconsciente nunca lo hizo, estaba atrapada y paralizada. Tenía miedo de estar, de estar sin él.

Dibi Torres



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